En la Roma clásica, cualquier individuo,
aparte del nombre, incluía en su filiación a la tribu que pertenecía, de manera
que los Magistrados registraban, bajo juramento, ésta atribución tribal. Roma al
actuar así y registrar en documentos la dependencia de individuos a una tribu
lo hacían por definir territorios, así, la ciudad se organizaría en
cuatro tribus urbanas, donde se distribuían libertos,
personas nacidas en la infamia, hijos ilegítimos, y extranjeros, sin que se
tuviera en cuenta los lugares de nacimiento de aquellos.
En este orden, se hace evidente, desde
la perspectiva histórica, y como primera aproximación al fenómeno que
pretendemos analizar, que las tribus juveniles podrían contextualizarse en tres
dimensiones:-
En nuestros días la modernidad, cargada
de globalización, implementada de racionalidad y funcionalidad, ha provocado la
desintegración de las ciudades y fracturas en las relaciones primarias,
contribuyendo a ello los embates de la comunicación global que no hacen más que
destruir a los pequeños espacios culturales locales, desestabilizando antiguas
formas establecidas, que generaban identidad y cultura, siendo reemplazados
éstos por nuevos espacios, la mayoría subculturizados y contraculturales. En
este sentido, y desde la perspectiva de Durkhein, la aldea global, la cultura
hegemónica, han encontrado su respuesta con la aparición de microculturas y
sociedades primitivas, que emergen en los grandes espacios urbanos,
constituyéndose, en su mayoría en agrupaciones contestatarias y resistentes, de
donde surgen las tribus juveniles
urbanas. (2)
La primera impresión ante el enunciado
tribus juveniles, desvela a
cualquier observador sensaciones/percepciones, en tonos de energía, movimiento,
vida, desplazamiento, grupo y ciudad, conceptos éstos contrarios a calma,
quietud, muerte, sedentarismo, individualismo y rural, quedando como actividad
valor esencial el término de corretear, andar y deambular de un lado a otro la
ciudad, sea para facilitar identificaciones de nuevos espacios e iguales, sea
para encontrarse violentamente con otros distintos y allí depositar sus marcas y
catálogos.
El fenómeno de las tribus, ha interesado y ocupa de modo omnipresente y
omnisapiente a antropólogos, sociólogos, semióticos, psicólogos, demógrafos,
economistas, comunicadores sociales, institutos policiales, siendo aquél motivo
de reuniones y convocatorias internacionales a efectos de análisis y
descripción, por su enorme impacto en las tramas urbanas, música, moda,
lenguaje, etc.
En la literatura antropológica el
concepto de tribu se define tradicionalmente como grupo autónomo de extensión
definida, de homogeneidad cultural y organización social unificada que habita en
un territorio, teniendo éste toda la carga de pertenencia. En este sentido, las
tribus se remitirían a lo primitivo, a clanes compuestos
por lazos sociales, religiosos y parentela. Hoy, el concepto de tribu, desde la
antropología, se asocia esencialmente al ámbito urbano y referida a jóvenes. En
este orden, tanto la Antropología como la Semiótica, están de acuerdo en
considerar a las ciudades no sólo como espacios físicos, sino como lugares donde
ocurren fenómenos expresivos que entran en tensión por la actividad de los
jóvenes o de algunos jóvenes, estructurados en tribus, en
desacuerdo con los procesos de racionalización y de industrialización de la
cultura. La mirada social de la Antropología respecto de las tribus juveniles, consiste en verlas como
formas novedosas de expresión, identificándolas en calidad de fuentes de peligro
y de riesgo, etiquetándolas, al igual que hiciera la escuela de Chicago, como
posibles espacios de delincuentes, drogadictos, pandilleros, agentes todos ellos
de inseguridad en la que se vive, en el marco de grandes territorios urbanos.
(4)
Después de estas consideraciones, debe
quedar claro que el fenómeno de las tribus juveniles son una de las respuestas mas cualificadas a la aldea
global, a la globalización, al racionalismo y al estructuralismo,
constituyéndose aquéllas en microculturas heterogéneas, a la manera de las
sociedades más primitivas, donde lo elemental, lo simple, lo natural, imperan
sobre lo complejo y artificial, surgiendo en consecuencia aquellas
microculturas, en su mayoría contestatarias y violentas respecto de la cultura
dominante. Esta sería una primera hipótesis que explicaría el origen de las
tribus juveniles, ya defendida por
los seguidores de Stuart Hall (1983), mantenida en su estudio “Resistencia
mediante rituales”, donde emplea reiteradamente la noción de subcultura juvenil
como expresión de resistencia de jóvenes trabajadores o sin empleo que refuerzan
la vivencia de identidad de iguales, de clase, y también de espacios, esquinas,
calles, curvas, discos, música, etc., y que habitualmente están en la urgencia
de transgredir, confrontándose con los patrones de la cultura
hegemónica.
Esa primera hipótesis daría explicación
a un motivo fundamental que explicaría la creación de las tribus juveniles, consistente en la
búsqueda de nuevos afectos, de nuevos tipos de relaciones, que dejan fuera a
aquéllas derivadas de la racionalidad o de la división del trabajo. En
definitiva, se trata de una respuesta, de una nostalgia de lo perdido que
conlleva la vuelta a los terrenos de lo afectivo-emocional, que son propios a la
comunidad primitiva.
Otra hipótesis de trabajo que explicaría
el fenómeno de las tribus juveniles
se situaría en modos o alternativas de expresión, describiéndose las mismas como
formas de alejamientos de la normalidad, trasladándose aquéllas a espacios
nuevos o no lugares para encontrar intensificaciones de vivencias y logros de
afectos gratificantes, sitios éstos donde se cobijan sentimientos que no se
encuentran en la familia.
Una hipótesis más explicaría el fenómeno
de las tribus juveniles como
expresión de una crisis de disidencia cultural en forma de violencia, debido al
desencantamiento que ha producido la sociedad globalizadora, llena ella de
masificación e hipertrofia funcional, donde reina el consumismo, la alienación y
se vende basuras de éxitos personales.
En la década de los setenta, la
explicación del fenómeno tribal juvenil descansaba sobre la teoría impactante
del desarrollo social y económico de la comunidad, de la gran urbe, que
aplastaba las espectativas de los jóvenes no sobradamente preparados,
licenciando la sociedad mercantil, pomposa ella, la zanahoria del fácil éxito
personal con escasos esfuerzos, situando al mismo tiempo símbolos, entre
músicos, deportistas y otras ventanas que al modo del “gran hermano” y
“operaciones triunfo” alocaban a dispararse a los más desposeidos y carentes,
entre los jóvenes. El concepto de anomia, abogado por Durkeim y Merton, lleno la
boca a muchos casposos salidos de las facultades semióticas y de las ciencias
sociales, escupiendo por ahí y publicando aquello sobre la facilidad de logro y
de éxito en la sociedad que se estaba construyendo, picando los más jóvenes
infelices en el anzuelo para que luego cayeran en la
basura.
Según Michel Maffessoli (1988), las
tribus juveniles surgen como
reacción al auge de la masificación, que es la expresión de carencia de
identidad, necesitando la gente/masa de desprocesarse en momentos de
individualización, fortaleciendo así los papeles de cada persona en el interior
de agrupaciones pequeñas, que ofrecen ventajas de afirmar subjetividades,
defender territorios y símbolos, todos ellos constituyentes de identidad, donde
dominan experiencias y vivencias estéticas, y también sensibilidades, que llenan
a los descarriados, a los jóvenes más infelices y a todos aquellos que pretenden
salir de la gentitud o de la masa. Para Maffessoli las tribus juveniles están cargadas de
componentes emotivos, donde es posible frenar o limitar la racionalidad de
fuera, añadiendo que aquéllas surgen desde abajo, desde dentro, y
algunas, en las cloacas, para dirigirse luego hacia arriba y hacia la
periferia, armándose en su invasión continua con léxicos, metalenguajes,
discursos, éstos, discontinuos, fragmentarios, dionisiacos, parciales, todos
ellos muy difíciles de descifrar y codificar por sabedores apolineos,
globalizadores y hegemónicos. Aquél autor afirma que las tribus juveniles tienden a ubicarse en las
urbes, implementando su cuantía, variedad y recorrido en la medida que aquéllas
se traman, y se globalizan.
Frente a esta teoría de Maffessoli, se
situaría Costa P., Perez, Tropea (1997) en su trabajo Tribus urbanas, que explican el fenómeno no tanto como grupo
sino como reafirmaciones de compromisos personales en el grupo, donde se tiene
imagen, rituales, símbolos con los que compartir, funcionando todo como un mito
o pequeña historia que contribuye a la construcción de la individualidad
perdida, proveyendo a los jóvenes de instrumentos y esquemas de comportamiento
que permiten salir del anonimato para constituirse en disidentes sociales y
rompedores de cultura hegemónica, desestabilizando así, de modo personal,
el orden de los adultos, y especialmente la seguridad de la
masa.
La presencia de las tribus juveniles, con su lenguaje,
cultura, experiencias y saberes, fueron también analizadas tangencialmente por
Michel Foucault, que afirmaría que si la sociedad, la gran cultura, tienen y
mantienen los discursos generales de la verdad, en su doble sentido, el
científico y el de la masa, deben también incorporar aquellos saberes
descalificados y marginales, saberes éstos que son memorias de contradicciones,
enfrentamientos, conflictos, resistencias, heridas y autoafirmación de las
diferencias. En este orden, Foucault, entiende y comparte la disidencia
necesaria de grupos, como es el caso de las tribus juveniles, que se resisten al poder del lenguaje y discurso de
aquellos que se declaran cultos y forman parte de la masa, éstos situados en la
paranoia de que su cultura siempre es verdadera e irrefutable. Consecuentemente,
las tribus urbanas juveniles no se
ejercitan en el sometimiento a esos saberes, constituyéndose en primera línea en
calidad de resistentes, poniendo y exponiendo sus mundos, sus verdades y
saberes, que en contradicción lucharán, algunas veces con violencia, por
imponerse, al objeto de descabalgar a los mitos de la cultura hegemónica,
instrumentando para ello unas veces la música, graffittis, estilos de vida y
otras, el enfrentamiento más crudo que puede segar vidas. Consecuentemente, las
tribus juveniles, con su presencia y
acción, aparte de torpedear a la gran cultura y a la aldea global, están
desconstruyendo no sólo los saberes científicos y populares, sino también el
oficial y público, constatándose con ello la debilidad de algunas instituciones,
antes muy cerradas a éste fenómeno. (5)
García Ganclini (1995), llega a decir
que hay que dejar hablar a las ciudades más que hablarlas; escuchar lo que se
dice en ellas y potenciar que los discursos nacidos se expresen con su ritmo,
surgidos éstos en los territorios de las esquinas y de las curvas a efectos de
colocar en vértigo y velocidad la información globalizadora. Desde ésta
perspectiva, la presencia de las tribus juveniles son una apuesta más, no sólo como objetivo de estudio,
sino un medio para conocer los desajustes que hacen estallar los discursos
concebidos por la masa y los aldeanos globalizados.
Mario Margulis (1994), por último define
a las tribus juveniles como
receptáculos en los que se agrupan aquéllos que se identifican mediante un look,
en el que se entremezclan, ropas, peinados, accesorios, gustos musicales, manera
de hablar, lugares de encuentro, ídolos, expectativas comunes e ilusiones
compartidas. Según éste autor las tribus funcionan
esencialmente como mecanismos de identificación y de segregación de
diferencias.
Una característica singular entre las
tribus juveniles consiste en que el
espacio donde ellas se ocupan, siempre tiene lugar un juego de representaciones,
a la manera de un teatro que golpea con sus símbolos e iconos, donde se veta a
cualquier individuo que no sea un igual. Pertenecer a una tribu juvenil
significa una contradicción asumida que consiste en fugarse de la uniformidad de
todos y de la masa, y no dudar en vestirse y arroparse con uniformes que
identifiquen, extremando la imagen personal y su look de tribu, lo menos
convencional posible, todo ello para definir y revelar una actitud, la mayoría
de las veces agresiva y violenta.
En este sentido, el estilo de vida sería
uno de los distintivos esenciales de las tribus juveniles, expresión de un conjunto, muchas veces incoherentes,
de elementos materiales e inmateriales que los jóvenes consideran
representativos de su identidad como grupo. Las tribus
juveniles tienden por lo general a resignificar
símbolos, objetos, palabras, discursos, iconos, interviniendo sobre ellos a la
manera del bricolaje, dándoles concepciones diferentes de aquéllos que los
tuvieran en su origen, léase cruces esvásticas, cruces heavy, chupas de cuero,
etc. En las tribus juveniles, las
personas, las cosas y las ideas tienden a cambiar sus
significados.
En este orden es muy importante, cuando
se analiza una tribu juvenil, conocer su estilo de vida, compuesto en un
principio por su lenguaje, esencialmente oral o mímico, distinto de los adultos;
de la música que consume; de su estética; y de sus producciones culturales,
entre las que destacan los fanzines, graffittis, tatuajes, murales, videos,
chateos, etc.
Brake (1985), sostuvo que el estilo de
una tribu juvenil se definía por su imagen, es decir, por su apariencia, que
integraría vestido y accesorios, aparte de la postura y el modo de andar,
añadiendo, también, su jerga y los modos de pronunciación de la
misma.
Consecuentemente de lo escrito hasta
aquí, las claves para entender a cualquier tribu juvenil deberían pasar por los
siguientes procesos:
Sobre este aspecto cuando un joven habla
de su discoteca, donde oye su música, no dice sólo de espacios y afinidades,
sino también de afectos y vivencias que refuerzan las posesiones aludidas, que
apoyan las expresiones de reafirmación. Así, la discoteca, el bar, la esquina;
la calle y la curva, son lugares poseidos, donde se establecen relaciones de
reconocimiento de identidades grupales, donde se generan representaciones,
algunas, insospechables y originales.
A través de la corporidad las tribus juveniles mandan mensajes tanto en
posiciones estáticas o dinámicas, todas ellas secuencias aprehendidas en la
interacción.
Por medio de la imagen combinan
vestidos, colores, reciclando lo retro y haciendo remix con el mañana, siendo
peculiar en su hacerse el reciclar comportamientos y apariencias al objeto de
ser mirados como extraños y gentes con onda, sugiriendo muchas veces, y en el
espacio de algunas tribus, la otra sexualidad que se
encuentra en cada uno de ellos, perdiéndose algunos individuos entre papeles
masculino y femenino.
Una de las tribus
juveniles presentes de manera episódica, confrontándose
con el poder económico, y que resume lo escrito hasta aquí, es la de los
Blackblocs, etiquetada así por primera vez en la década de los ochenta
del pasado siglo, e identificada por la policía alemana, calificando a sus
miembros de extrema izquierda y radical.
Actualmente, uno de los ideólogos de la
tribu juvenil Blachbocs y de los jóvenes antiglobalizadores, es Susan George,
Presidenta del Observatorio de la Mundialización, autora del “Informe Lugano”,
donde afirma que las premisas de los mercados financieros y grandes empresas
transnacionales conducen hacia un fascismo mundial, al que los ciudadanos deben
reaccionar. En el citado informe aquella autora expone las contradicciones del
capitalismo que incide en la ecología, sociedad, política y economía,
denunciando que el neoliberalismo imperante no podrá sostener a los ocho mil
millones de personas que habitarán en el 2020, apostando aquélla por la
redistribución de la riqueza, grabando a escala internacional todas las ventas.
Añade Susan George que las crisis financieras producen impactos económicos en
las bolsas de valores, implementando el desempleo, aumento de precios, cierre de
empresas, destrucción de los recursos para el desarrollo social, empobrecimiento
de las clases medias y mayores cargas para los pobres.
Susan George es vicepresidente de ATAAC
(Asociación por una tasación de las transacciones financieras para la ayuda de
los ciudadanos), que es un movimiento surgido recientemente en Francia por
iniciativa de la Revista internacional “Le monde diplomatique” que ha analizado
las crisis financieras y el impacto producido por las mismas en Méjico (1994),
países del Sudeste Asiático (1997), Rusia (1998), Brasil (1999), Argentina
(2000) y USA (2002), atribuyéndolas a maniobras especulativas de capitales.
Atacc propone que de los 1,5 billones de dólares que se mueven diariamente por
el mundo, especulando sobre las variaciones en la cotización de divisas, se cree
un impuesto del 0,5 %, tasa TOBIN (Premio Nobel de economía en 1972), sobre cada
movimiento de los capitales especulativos.
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