martes, 16 de junio de 2009

PEDRO EL CRUEL MEMORIAS, CAPITULOS

CAPITULO I

Señala el lugar de nacimiento de Pedro I El Cruel y se describen rasgos del carácter de su padre Alfonso XI, destacando el espíritu esforzado que le distinguía , el placer por la tertulia y la cháchara con amigos, con los que solía gozar en las comidas, disfrutando del pan blanco de Burgos.

CAPITULO II

Alfonso XI conoce por un templario, la relación del Santo Grial con el Temple y la probable localización de ésta reliquia en tierras de Burgos, animando éstos sucedidos al Rey a crear una Orden Militar en Castilla, que llamaría de la Banda, constituida por doce caballeros con linaje y antecedentes templarios, siguiendo ésta Orden la constitución señalada por San Bernardo.


CAPITULO III

Se describe la villa de Burgos analizando sus defensas, entre ellas el castillo que mantenía patios de armas y espacios suficientes para albergar establos, perreras, cocinas, fraguas y demás servicios. Se cuenta además de su Acrópolis, Catedral y grandes mansiones, así como distribución por barrios y calles dentro del recinto amurallado, donde trabajaban ciento sesenta moros encadenados, vigilados por caballeros e hidalgos que hacían rondas por el adarve.

CAPITULO IV

El Infante Don Pedro conoce a un aventajado templario que espera ser recibido en audiencia por el Canciller de Castilla, narrando aquél la vinculación del Temple con la cábala de los ismeilitas, y como éstos usaban a sus fieles para ejecutar atentados políticos, en calidad de asesinos, y también explicar la relación notable que hubo entre judíos y templarios, manteniendo una banca común de préstamos por toda Europa , asistidos por una flota mercantil.



CAPITULO V

Se cuenta la manera de cómo dos Reyes cristianos de Francia y Castilla, Felipe IV y Fernando IV, fueron emplazados por caballeros templarios al tribunal de Dios, muriendo sendos monarcas en las fechas que fueron advertidos, tomando el Rey Alfonso XI mucha cuenta de emplazamientos y más después de padecer la muerte extraña de su hijo bastardo Pedro y la incapacidad manifiesta de Sancho, ambos tenidos con la Favorita Leonor de Guzmán.






CAPITULO VI


El Infante Don Pedro manifiesta que de niño sentía el cariño de su madre María de Portugal narrando sobre ella su carácter animoso, aunque con deslices en la cara, descartándola como mujer bella, señalando además la inconveniencia parental con su padre, el Rey , sin relación afectiva entre ellos.


CAPITULO VII


Tres tutores entran en liza para formar al Infante Don Pedro, el primero Juan Pérez, capellán, sujeto intolerante, cerril y dispuesto a enseñar que la iglesia y el romano Pontífice están muy por encima de los reinos cristianos y sus monarcas; después el Conde de Lara, responsable de la formación en cuestiones políticas y que puso el acento en que los Reyes lo eran por voluntad de Dios, y que hay Reyes entre los cristianos que eclipsan al Papa, tapando su poder, y por último López de Córdoba, Maestro de armas que advertiría que el Rey cuando resolviera hacer la guerra, ésta debería ser la mas cruel que su pudiera hacer.




CAPITULO VIII


Juan García, tutor en Retórica y Leyes enseña a Don Pedro a componer epístolas, narraciones y discursos, incidiendo sobre una cuestión que le preocupa al Infante respecto a la sucesión del trono, debido a los trapicheos que viene ejerciendo la Favorita que negocia pactos con familias castellanas influyentes, poniendo en peligro la dinastía .


CAPITULO IX


El vizcaíno Anxón, antiguo Guarda Real, es elegido por Alfonso XI como preceptor del Infante Don Pedro.


CAPITULO X

De cómo un renombrado físico judío en Zamora, Benasaya, remedia y cuida una enfermedad del Infante Don Pedro, dejando secuelas que le marcarán toda la vida.





CAPITULO XI


Cumplidos los doce años el Infante Don Pedro vuelve a Zamora acompañado de su madre, la Reina María, en la excusa de agradecer al físico Benasaya sus recomendaciones médicas, que serían afortunadas para los judíos, reconociéndoles libertad para ejercer todos sus oficios y singularmente la actividad del préstamo.

CAPITULO XII


Con ocasión de la estancia en Zamora, el Infante Don Pedro describe el amurallamiento de la ciudad, sus baños, Iglesias, calles, oficios, privilegios, actividad mercantil, arrabales de judíos y leprosería.


CAPITULO XIII


Se cuenta sobre la diversidad de individuos que circulan en plazas y calles de Zamora, relatando Don Pedro, acompañado de su preceptor, las maneras de conducirse la nobleza, clérigos y pecheros, así como las prendas de vestir.





CAPITULO XIV


El Infante Don Pedro pregunta al Rey Alfonso XI si un pechero podría alcanzar la condición de caballero, contestándole el Monarca extensamente sobre la caballería que él pretendía crear en la nueva Castilla, muy distinta de la establecida, basada en la tradición y linaje.


CAPITULO XV

La Reina Madre, María de Portugal, ante las acechanzas de cortesanos y negociaciones de la Favorita, que ponen en peligro la sucesión al trono al trono, llama a su Casa, en calidad de mayordomo y consejero a Alburquerque, genio y figura de los negocios políticos.


CAPITULO XVI

Alfonso XI decide ponerse en armas contra el Rey de Granada y sus aliados, los benimerines, convocando a su ejército al sur de las tierras de Toledo, fijando en el Castillo templario de Montalbán su Cuartel General, y desde allí convoca a sus Generales y Maestres de Órdenes Militares.






CAPITULO XVII


El Rey Alfonso XI impone un cambio radical de hacer la guerra a los moros, modificando la presencia de la caballería pesada, apostando por la artillería y arquería, acudiendo muchos villanos ante la posibilidad de hacer fortuna y alcanzar grados en el seno de la nueva caballería villana


CAPITULO XVIII


El señor de Montalbán y Duque de Medina Sidonia, Fernández Coronel y favorito de Leonor de Guzmán recibe con escasos afectos al Infante Don Pedro, obligándose éste a vivir con cautela y desconfianza.


CAPITULO XIX


De cómo el infante Don Pedro se enamoró a la vez de dos doncellas, María y Aldonza Coronel, hijas del Señor del Castillo de Montalban, valiéndose de las artes del correveidile López de Ayala.




CAPITULO XX


El Infante Don Pedro aprende el arte de la seducción, poniendo mucha atención en la belleza de las mujeres, especial motivo de atracción, declarándose un pertinaz amante de la hermosura, dispuesto, por conseguirla, a aliarse con los infiernos.


CAPITULO XXI


El Rey Alfonso XI busca aliados en la cruzada contra los benimerines y manda como Adelantado suyo al Infante Don Pedro a las Cortes de Portugal, donde conoce a su primo el Infante de Portugal, Don Pedro; y a Inglaterra donde entabla amistad con el Príncipe Negro, heredero al trono de Eduardo III, de la Casa de Plantegenet.


CAPITULO XXII


El Rey Alfonso XI decide ser el más y mejor villano de su Reino, aliándose con su pueblo contra la nobleza y la Iglesia.





CAPITULO XXIII


Un ejército de ochenta mil benimerines, estacionado en Ceuta, junto con treinta mil nazaríes del Reino de Granada se preparan y organizan para dominar el Estrecho y lanzarse a la conquista del valle del Guadalquivir.


CAPITULO XXIV


Tarifa guarnición militar, se refuerza con la presencia de exconvictos y condenados a galeras para defenderse de la acometida benimerín.


CAPITULO XXV


Alfonso de Benavides, Corregidor de Tarifa, alarmado por los avances de benimerines y nazaríes, advierte al Rey Alfonso XI de que la defensa de la guarnición sería imposible, acelerando el paso los ejércitos del Rey que se encontraban cerca de Jerez y también a la flota, mandada por el Almirante de Castilla, Alfonso Tenorio.






CAPITULO XXVI

Se cuenta las ventajas del ejército musulmán constituido por caballería ligera, con jinetes capaces de disparar flechas de sus arcos y gobernar los caballos, sin bridas, con estribo corto y a la rodilla, siendo sus cabalgaduras de menor alzada que las castellanas.


CAPITULO XXVII

Se describe la Batalla del Salado, ocurrida en el cuarenta y nueve de mil trescientos, después de Nuestro Señor Jesucristo.


CAPITULO XXVIII

Con ocasión de cerco y asedio de la fortaleza de Gibraltar la peste negra se hace presente, enfermando el Rey Alfonso, que muere al cuarto día de contraerla, rodeado de sus Generales y Maestres, incinerando sus restos.


CAPITULO XXIX

Al Monasterio Templario de San Pedro de Arlanza se acerca la comitiva real con ocasión de ceremonia fúnebre y oficios de entierro por el alma del Rey Alfonso.



CAPITULO XXX

Se cuenta la elección y nombramiento de dos judíos en la Casa del Rey Pedro, Samuel Leví, en calidad de tesorero y Benasaya como médico de la Corte.


CAPITULO XXXI

Benasaya pone en práctica un tratamiento radical para sanar al Rey Pedro, aconsejando entre las medidas cambiar de clima, resolviendo el Monarca desplazarse a Sevilla.


CAPÍTULO XXXII

Cuenta la audiencia solicitada por Fadrique al Rey Don Pedro, rogando éste ver a su madre, Leonor de Guzmán, ya presa, detenida en Llerena, sede de la Orden Militar de Santiago.


CAPÍTULO XXXIII

Se cuenta de las torturas que tuvieron lugar en las mazmorras de Llerena con ocasión de las vistas entre Don Fadrique y su madre, Leonor de Guzmán.





CAPÍTULO XXXIV

De cómo fue muerta Leonor de Guzmán en el patio del Alcázar de Talavera de la Reina después de ser oída por la Reina María y previamente acusada de traición y adulterio por Alburquerque y el Arzobispo de Toledo.



CAPÍTULO XXXV

Don Pedro acompañado de sus antiguos tutores convalece su enfermedad en Carmona, recuperándose, gozando del clima y ambiente que le rodea. Allí, conocerá que Alfonso Coronel, leal a la Favorita Leonor de Guzmán, se ha unido en partida al Adelantado de Castilla y bastardo Enrique de Trastámara para destronarle.


CAPÍTULO XXXVI

Don Pedro conoce desavenencias en la Corte y decisiones adoptadas en su nombre, por lo que reclama la presencia en Carmona del Canciller de Castilla, Alburquerque, a quien acompaña el Maestre de Calatrava, despachando juntos asuntos de gobierno en los reinos, resolviendo convocar Cortes y preparar expediciones de guerra contra la partida del bastardo Enrique.


CAPÍTULO XXXVII

Se cuenta como en Valladolid, Don Pedro reunió Cortes, coincidiendo éstas con una de las ferias anuales, donde los menestrales, organizados en gremios, intercambian sus productos y manufacturas con campesinos y jornaleros, así cereales por zapatos y vinos por un jubón o un odre, haciéndose presente el trueque por la escasez de dineros y salarios.


CAPÍTULO XXXVIII

Don Pedro camino de la guerra del Norte se detiene en Sahagún, villa episcopal y benedictina, recibiendo hospitalidad y alojamiento de uno de sus Generales más leales, allí nacido, Don Fernando de Castro, quien organiza una montería de jabalíes.


CAPÍTULO XXXIX

Don Pedro, con ocasión del banquete, después del éxito de la montería, celebra con gusto la compañía en su mesa de hidalgos de la zona, Capitanes de su ejército, monteros y gentes de Sahagún, momento en el que Fernando de Castro y Alburquerque aprovechan para presentar al rey a María de Padilla, de quien el Monarca se había prendado.


CAPÍTULO XL

En la población de Astudillo, Don Pedro, por amor a María de Padilla, ordena levantar un convento bajo la advocación de Santa Clara.


CAPÍTULO XLI

Acontecimientos y razones de Estado aconsejan al Rey Pedro a abandonar Astudillo y ponerse en camino hacia Valladolid, donde una legación francesa ha llegado acompañando a Doña Blanca de Borbón.


CAPÍTULO XLII

Se cuenta el tiempo de ocio del rey Don Pedro en Valladolid, cultivando el arte de la cetrería, y también, la audiencia concedida a la legación francesa que pretendía no abonar la deuda de la dote, descubriendo el rey de Castilla, con ocasión de la misma, el adefesio de su futura mujer, Doña Blanca de Borbón.


CAPÍTULO XLIII

Velados y declarados esposo y mujer Don Pedro y doña Blanca de Borbón, celebran bacanales y con las trágalas del vino, algo beodo, don Pedro cumple en el lecho, consumando el matrimonio de modo torpe y con daños.


CAPÍTULO XLIV

El Arzobispo de Toledo, Gil de Albornoz, desterrado de Castilla, es encumbrado con la dignidad de Cardenal y Legado Pontificio por el Papa Inocencio VI, quien toma partido en defensa de Doña Blanca de Borbón, confinada en Arévalo, amenazando con excomunión al Rey Don Pedro, al tiempo que el Rey de Francia, Juan II, pariente de aquélla, nada hace por rescatarla.

CAPÍTULO XLV

En Urueña, después de ordenar el Rey Pedro la muerte del Maestre de Calatrava y tener conocimiento del suicidio de Alburquerque, paseado su cadáver bajo las murallas de aquella villa por su Secretario, Cabeza de Vaca, conoce una conjura de caballeros toledanos que se han alzado contra él, impulsada la misma por el que fuera Arzobispo, Gil de Albornoz, ahora Legado Pontificio.


CAPÍTULO XLVI

La Conjura de Toledo toma fuerza, liderada por Blanca de Borbón y Fadrique, juntando en Medina del Campo más de seis mil a caballo, mientras el Rey Pedro organiza su retaguardia en Ponferrada, aliándose con el Conde de Lemos, padre de Juana de Castro, a quien el Rey Pedro hará su esposa, y luego sin cumplir el tálamo, repudiará.

CAPÍTULO XLVII

Se cuenta la reunión de Tejadilla, entre los conjurados y el Rey Pedro, quedando sin acuerdo, resolviendo el Rey Pedro ir a Toro, villa en la que se encuentra la Reina Madre, donde será preso junto con Hinestrosa, Padilla y Samuel Leví, siendo vejados y humillados por los principales de la Conjura, que se reparten cargos y oficios de la Corona de Castilla.

CAPÍTULO XLVIII

Los Conjurados son vencidos y arrasados en Medina del Campo, Toledo y Cuenca, asediando el ejército de Don Pedro a la villa de Toro, fortaleza donde aún permanece la Reina Madre, con los restos de un ejército, al que traiciona Fadrique que negocia la rendición.


CAPÍTULO XLIX

Licenciadas las tropas, después de la victoria de Toro, el Rey Pedro se detiene en la villa de Palenzuela del Conde, lugar donde ha convocado a su Consejo privado para hacer las cuentas de la guerra y dilucidar cuestiones sobre si hacer una Cruzada contra los infieles y crear un Estado Templario, y también, incapacitar las Cortes, crear un ejército regular, y aventurar un ordenamiento que equiparase a las religiones judías y musulmana a la cristiana.


CAPÍTULO L

Juan García después de viajar por diferentes reinos cristianos, en calidad de embajador despacha con el Rey Pedro, asistido por el Canciller, narrando los intereses que muevan a aquellos gobiernos, centrándose su informe en la situación de los Reyes Pedro IV de Aragón, Muhama V de Granada y Juan II de Francia.



CAPÍTULO LI

Pedro el Cruel, en Astudillo, goza de la paz junto a su mujer, María de Padilla, y sus hijos Beatriz, Constanza, Isabel y Alfonso, preguntándose sobre el carácter de su crueldad, asumida por él, después de entrenamiento y aprendizaje, equiparándola a la justicia.



CAPÍTULO LII

Una comitiva encabezada por el rey nazarí Muhamad V se presenta en Sevilla, en calidad de amigo y vasallo, celebrándolo el rey Pedro con desfiles, vítores, y ágapes, sirviéndole un festín al modo morisco, cocinado por almohades.





CAPÍTULO LIII

Hinestrosa, embajador en Portugal, a la vuelta de negociar alianzas con aquel reino, cuenta el sucedido amoroso del rey Don Pedro de Portugal con su favorita doña Inés de Castro, y la manera de cómo este rey obligó al pueblo y a la Corte a reconocer a Doña Inés como su reina, sentada en el trono, cuando era ya un cadáver.

CAPÍTULO LIV

Se cuenta como una escuadra aragonesa dispara bolas de fuego a las embarcaciones atracadas en el puerto de Sanlúcar, momento en el que el rey Don Pedro, junto a su hijo Alfonso, participan en la pesquera de atunes, en el caladero de una almadraba, incidente éste que se multiplica por afectar aquel fuego artillado a unas galeazas genovesas, allí fondeadas, que motivará una declaración de guerra de Castilla al reino de Aragón.


CAPÍTULO LV

Comienza la guerra entre los Pedros, invadiendo el rey de Castilla los territorios de Aragón con un ejército, previamente concentrado y acampado en Molina de los Caballeros, villa desde donde arrancaría la conquista de las plazas de Zaragoza, Teruel, Calatayud y otras más, a la par que la flota de Castilla asedia la fortaleza de Guardamar de Segura.

CAPÍTULO LVI

Enrique de Trastámara pacta y sella una alianza con el rey Pedro IV de Aragón, al que llaman el Ceremonioso, comprometiéndose cada uno a aportar una fortuna para reclutar mercenarios en Europa, y así hacer la guerra al rey de Castilla, Pedro el Cruel, logrando poner en la frontera de Francia con Navarra seis mil lanzas.


CAPÍTULO LVII

El ejército castellano se descompone en la huida después de la derrota en Araviana, muerto su general, Hinestrosa, pasándose al enemigo el Infante de Aragón, Don Fernando, que rinde vasallaje al rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso, sin que éste, a cambio, le ceda un feudo y beneficio.


CAPÍTULO LVIII

La agonía y muerte de María de Padilla ocurre en Astudillo, resolviendo Don Pedro encerrarse con su cadáver, permaneciendo en la habitación fúnebre por más de tres días, hasta que sus allegados, temiendo por su salud, le rescatan, encontrándole sumido en sueños, agarrada su mano a la de su mujer, juntos en la cama.





CAPÍTULO LIX


En una de las treguas de la guerra con Aragón, Don Pedro el Cruel conoce la estancia de Don Tello en el Señorío de Vizcaya, por lo que organiza un pequeño ejército para vengarse, cruzándose en su camino don Juan, el Infante de Aragón, a quien da muerte, arrojándole por una ventana.


CAPÍTULO LX


Don Pedro queda sorprendido ante la belleza y monumentalidad de Daroca, la fortaleza más imponente de los reinos cristianos, lugar donde el ejército aragonés, en desbandada, se protege, defendida aquélla por el general Lope de Luna.

CAPÍTULO LXI


Por la paz de Murbiedro el Rey Don Pedro consigue que el Rey de Aragón, en cláusula secreta, se comprometa a dar muerte a su hermanastro, el Infante de Aragón, y también a don Enrique de Trastámara; y se describe la traición del Tesorero Samuel Leví, coaligado con la nobleza rebelde por razones de usura y toma de poder, y también por miedos y amenazas.



CAPÍTULO LXII


Don Pedro, con sentimiento de alcalde, describe algunos encantos urbanísticos de Sevilla, entre otros, sus templos y alcázares, recientemente destruidos y arrumbados como consecuencia del terremoto habido en el año 1356 de Nuestro Señor Jesucristo, debido el mismo, según el rumor de las gentes, luego contado por correveidiles en plazas y mercados, respecto de que una señora que se hacía llamar la Muerte se paseó por las calles de Sevilla y se detuvo en el Guadalkebir y que sintió celos por tanta belleza, violentándose, tras comprobar la mucha vida que en Sevilla había y también por la especial galanura de la hermosura que hacían sus gentes.


CAPÍTULO LXIII


El rey Don Pedro después del fallecimiento de su esposa, María de Padilla, entra en un proceso de depresión y melancolías que es detenido por la presencia en la Corte Sevillana de Aldonza Coronel, con la que aquel monarca mantuvo un romance en tiempos de juventud.





CAPÍTULO LXIV


Se cuenta las consecuencias de las contrahechuras del rey Don Pedro y su necesidad de acaparar la belleza de las mujeres, singularmente entre las más jóvenes, motivo por el que en Sevilla este rey se embozaba en la noche para burlar mujeres y encabronar a innumerables consortes.


CAPÍTULO LXV


El Canciller comparece ante el rey Don Pedro en Sevilla para prevenirle de que en suelo francés se está organizando un ejército de mercenarios con la pretensión de invadir Castilla y coronar al Conde de Trastámara, aliado y protegido del rey francés Carlos V.


CAPÍTULO LXVI

En las inmediaciones del alfoz de Calahorra se aposenta el ejército mercenario de Beltrán Du Guesclin, después de cruzar el Pirineo catalán y avanzar por el Ebro, en dirección a Burgos, elegida la ciudadela de Calahorra por el conde de Trastámara para ser coronado rey de Castilla, convocando allí a su nobleza, prometiendo mercedes y privilegios a los que asistan y defiendan su causa.


CAPÍTULO LXVII


La traición se hizo presente entre la nobleza rancia de Castilla, a la que se sumaron los Ordinarios de la Iglesia y Concejos de vecinos, doblegándose todos ante el Conde de Trastámara, coronado en Calahorra, y luego en el Monasterio de las Huelgas, en Burgos, lugar donde don Pedro previamente recibió noticias de que el ejército mercenario de Beltrán Du Guesclin estaba en las puertas de Briviesca, motivo por el que la hueste de don Pedro retornó al Tajo, en veloz huida, temiendo el horquillamiento de los ejércitos enemigos.


CAPÍTULO LXVIII


El ejército mercenario de don Pedro pasa los Pirineos por Roncesvalles, dirigiéndose con rapidez a tierras de Nájera, obligando al usurpador Enrique a convocar gente armada de Asturias, Guipúzcoa y Álava, y concentrarlas en las tierras de Cameros donde aún le quedan doce compañías de mercenarios, después de haber licenciado al ejército que le alzó al trono de Castilla.






CAPÍTULO LXIX


Se decide el orden de la batalla de Nájera, ocurrida en las Navas de Huércanos, el tres de abril de mil trescientos sesenta y siete, y las justicias que hiciera el rey don Pedro con los nobles castellanos, después de obtener una rotunda victoria frente al bastardo Enrique y su Alférez, Veltrán de Claquin.


CAPÍTULO LXX

Durante su estancia en Sevilla al rey Don Pedro le asaltan figuras tenebrosas que aparecen en su mente, aterrándole, motivo por el que se mantiene en vigilia constante y luego, pasado tiempo, le surge un sueño siniestro que le embarga hasta el punto de solicitar ayuda a su amigo y rey de Granada, Muhamad, para que le auxilie en la búsqueda de un versador de sueños que pueda interpretar el suyo y poner fin a la tormenta que el mismo le produce.

julio de anton ,responsable formacion extraescolar del principe felipe, texto de perez de tudela

LA OTRA EDUCACIÓN DEL PRINCIPE FELIPE IIª PARTE

El curso de las "Cabañas" en los Picos de Urbión, fué todo un acontecimiento difícil de olvidar y un completo éxito. El primer curso de una serie: La Vera de Cáceres, Candanchu Sanabria, Alcudia... Todos ellos con actividades en la naturaleza, a los que asistí en mi condición de conocido explorador alpino y alpinista.

PRIMER CURSO EN LOS PICOS DE URBIÓN

Los parajes que rodean los alrededores del Pantano de la Cuerda del Pozo, donde nace el Duero, son extraordinarios y especialmente el denominado "Las Cabañas" dentro de un denso bosque de pinos. Allí se encontraban unos treinta niños de ocho a nueve años, la mayor parte de esa área geográfica de la provincia de Soria. Entre ellos, como un niño más, SAR el Príncipe Felipe, que pronto demostró a todos los profesores e instructores que poseía una cuidada educación: obediente, con buenos gestos, solicito, acataba bien las instrucciones que se le daban, jugando en el tiempo que le dejaban las charlas y las practicas, antes de las comidas al aire libre, a pesar del duro clima casi invernal, con sus compañeros a "guerra de piñas" o improvisados partidos de fútbol. Julio Antón era requerido por el Príncipe con frecuencia, para solucionar cualquier duda que surgía, o pedir permiso para tomar una «coca cola», o consultar que o prenda debería de ponerse.


El Príncipe se manifestó como un niño más, dispuesto a pasarlo bien. Solo la presencia de los fotógrafos le arrebataba la expresión de felicidad en su cara. Cuando veía a un fotógrafo, o alguien que pretendía hacerle una foto, el Príncipe volvía la cabeza o daba la espalda. Algo que observé a lo largo de aquellos años sucesivos y que la responsabilidad y el duro protocolo le han debido hacer superar.

Aquél curso fue un acontecimiento que, el Príncipe Don Felipe, no habrá olvidado a pesar de los años transcurridos. Al curso fue invitado por mis indicaciones, Jesús González Green, quién se presentó acompañado de su hijo Jesús, que como mi hijo Bruno, era de similar edad a Don Felipe. Green traía como espectáculo su primer globo “Tormenta". Un día entero estuvimos levantando el globo bajo un viento poco propicio, que hacía aquél ejercicio muy difícil, consiguiendo que algunos niños, entre ellos el Príncipe, se elevaran una docena de metros en la barquilla, entre violentos bandazos contra los árboles. También fue invitado para dar su charla -no podía faltar- Félix Rodríguez de la Fuente, que contó esas preciosas historias de los animales del bosque mediterráneo a los niños sentados en el suelo. Félix, con excesiva frecuencia, se dirigía al Príncipe llamándole "Señor", "Don Felipe" o “Alteza” contradiciendo el trato natural, exento de protocolo que la Reina había aconsejado repetidamente.

La acampada durante aquella Semana Santa tenía un motivo: Los niños deberían prepararse (habían tratado de navegar en las aguas del Pantano con los «optimis», y habían recibido clases de instructores expertos) para poder realizar la “gran marcha” por los Picos de Urbión. Durante algunos días recorrí aquellos parajes nevados, para diseñar un itinerario que no excediese a la capacidad de niños de ocho años, pero que tuviese un especial atractivo, una cierta dificultad que comportarse emoción y un riesgo absolutamente controlado. La comitiva expedicionaria era muy compleja y numerosa. Ya me había acostumbrado a ella: Julio Antón con el cuadro de profesores que iremos presentando, el ayudante de campo Coronel Dávila, seguidos por los treinta y tantos niños, los policías de escolta, los cordones de seguridad de la Guardia Civil, que controlaba sin ninguna discreción los alrededores de las montañas. Así en comitiva habíamos recorrido Duruelo, Covaleda y tantos otros pueblos de aquella privilegiada geografía.

La marcha quedó dibujada y el itinerario marcado para su vigilancia por la Guardia Civil. Indiqué la conveniencia de utilizar para la salida y regreso el amparo de un refugio de ICONA, ocupado por unos jóvenes excursionistas, indicando que se respetase su presencia -como es normal en los refugios de montaña- pero desgraciadamente, contradiciendo mis indicaciones, este fue desalojado sin miramientos, ni compromisos por la Guardia Civil sin que yo pudiera impedirlo. La ruta era comprometida para un día que se presentó en muy duras condiciones atmosféricas: nevaba copiosamente y hasta los montañeros adultos de la zona suspendieron su actividad para mejor ocasión.

No fue así para nuestro complejo campamento, que entonaba la canción: "Si el viento sopla, que sopla, que sople ya..."

Nosotros rodearíamos la Laguna Negra por unos empinados contrafuertes nevados, efectuando algunos descuelgues por cuerdas situadas en los puntos estratégicos, convenientemente ancladas en estacas de madera.

Recuerdo la cara entusiasmada del Príncipe, caminando en fila india por los pequeños precipicios de nieve, atándose a la cuerda para descolgarse, sintiendo ese ligero escalofrío de miedo, o esa emoción ante el peligro. También la cara curiosa y paciente del coronel Dávila, ayudante del Rey, y perfecto caballero. Julio Antón estaba más entusiasmado que nadie. Todos muy contentos regresábamos en largas hileras, completamente mojados, después de cuatro largas horas sobre la nieve soportando una preciosa tormenta... Volvíamos cantando aquellas marchas que algunos de los instructores entonaban: "De madera de barca.../ De madera de arado... / Pedimos la esperanza... y vino a nuestro lado..."


Durante unos meses el Príncipe recordó aquella experiencia, y su Majestad la Reina así nos lo manifestó varias veces, muy contenta de los resultados.

Julio de Antón preceptor y coordinador formación extraescolar del principe de asturias, texto de perez de tudela

Conozco la existencia de tres o cuatro libros sobre el Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón, y en ninguno de ellos aparecen los aconteceres que vamos a narrar, relativos a los primeros años de formación y juegos de Su Alteza Real, periodo que estimo muy importante para la formación del alto personaje, por su afectuoso recuerdo.

Toda España conoció en su momento la estancia del Príncipe en un colegio canadiense, en Lakefield, en donde cursó el equivalente al COU. Sus estudios en las tres academias militares españolas, así como sus estudios universitarios de licenciatura en la Universidad Autónoma de Madrid. Pero muy pocos conocen, sin embargo, como fueron guiados los pasos infantiles del joven Príncipe Felipe de Borbón y Grecia, bajo la inspección minuciosa de la Reina, quién confió su educación extraescolar a un pedagogo experto en temas de juventud y amante de la naturaleza: Julio Antón, un singular personaje que asumió durante los años 1976 - 1980, aproximadamente, una intensa actividad de colaboración con el palacio de la Zarzuela, para que el joven Don Felipe aprendiera a vivir y comportarse, no solo como príncipe, sino también y fundamentalmente como un niño que iniciaba su difícil y privilegiada andadura por la vida.

Es, por tanto, este reportaje la historia concisa de unos años decisivos en la vida del Príncipe Don Felipe, contada por este observador que tuvo el honor de dirigir los primeros pasos de Su Alteza Real por las rocas y caminos de algunas montañas de España: Picos de Urbión, Candanchu, La Vera, Montañas de Zamora...

Me pareció un honor mi colaboración, como asesor, en la actividad deportiva del Príncipe Felipe. Se trataba de una acampada en los Picos de Urbión, en las orillas del Pantano de la Cuerda del Pozo, nacimiento del Duero. El Príncipe, entonces de ocho años, formaría parte de un colectivo de niños de su edad, pertenecientes a la zona geográfica en la que se desarrollaba el curso, para pasar unas vacaciones de Semana Santa, practicando deportes en la naturaleza: vela en el pantano y montañismo por los Picos de Urbión. Año 1976.

El coordinador de aquella actividad era el mencionado Julio Antón, quién ejercía las funciones de preceptor del Príncipe con indiscutible originalidad, en todo lo concerniente de actividades al margen de las enseñanzas regladas: es decir juegos, ocio y actividades deportivas. Su Majestad La Reina le había encargado este importante aspecto de la primera formación de su hijo. El Príncipe debería sentirse como un niño más, feliz entre los de su edad, aprendiendo la vida natural, sin diferencias, permitiéndole a Julio Antón un amplio margen para planificar actividades y cumplir el objetivo propuesto, realizando marchas y acampadas en los cursos que vamos a comentar y muchas otras veces aprovechando la misma finca de la Zarzuela, rodeada de bella naturaleza...

julio de anton ,preceptor príncipe felipe,texto de Perez de tudela

LA OTRA EDUCACIÓN DEL PRINCIPE FELIPE IVª PARTE

El curso de Villanueva de la Vera, en las faldas de Gredos, reunió a una treintena de niños de Cáceres, junto al Príncipe y sus primos de Grecia. La Reina permaneció algunos días en el campamento, con la esposa de su hermano y su madre la reina Federica. Recuerdo aquellos desayunos con su Majestad -desayunos de trabajo- planificando la jornada y evaluando la posibilidad de alcanzar los objetivos propuestos.

CURSO DE LA VERA

El sitio había sido seleccionado por Julio Antón y personal de la Casa Real desde un helicóptero. Nadie duda de la belleza en primavera de aquellos parajes privilegiados, pero un campamento juvenil infantil requería a mi juicio otro tipo de terreno. A mi no me gustó el lugar, que era muy polvoriento y sucio. Pero allí se estableció la intendencia del Regimiento Real, mientras Pascual de Riquelme, Cuadrillero y Saponi –años después alcalde de Cáceres- y un estupendo grupo de especialistas de aire libre, organizaron la acampada de “fortuna”, improvisando letrinas, lugares de reunión, comedor étc... atenuando con su experiencia las escasas condiciones higiénicas del lugar.

La Reina y su madre estaban contentas y caminaban abriendo la marcha, animando a cantar a los participantes en las subidas de las empinadas y polvorientas laderas, siempre cantando...

“Cantar, reír, marchar... midiendo a España el con fin...”

El cronista hubo de improvisar en repetidas ocasiones las curiosas charlas -conferencias para los niños asistentes al curso- en los que el auditorio, todos sentados sobre el suelo, se veía incrementado por la presencia de la Reina Sofía, la Reina Federica, y naturalmente toda la corte de ayudantes de campo, escoltas, jefes, oficiales del regimiento y alcaldes de la zona debidamente acreditados. Todas las charlas tenían a la naturaleza por tema. Había que contarles a los niños sucesos, formas de superar la dificultad y desarrollar la voluntad, maneras de sobrevivir en condiciones extremas... Yo les contaba mi reciente escalada al Peñón de Gibraltar, en la que estuve colgado 25 horas de una cuerda medio cortada a 400 metros del suelo, con el fémur partido... En aquellas charlas ya no recuerdo si hablábamos para los niños, para el Príncipe o para la Reina y su séquito.

El campamento resultó extraordinario. Una larga marcha de peregrinación se realizó al Monasterio de Yuste, siguiendo parte de la antigua ruta del Emperador Carlos V, por aquellos caminos, bajo cerezos en flor, que solo la grandiosidad de las Sierras de Tormantos, bajo la montaña de Gredos, podría hacer posible. La marcha bien dibujada sobre el mapa y estudiada sobre el terreno, desembocaba en el Monasterio, en donde se ofició la misa, y en donde por la tarde fue organizada una cena de campaña, y un curioso acto de orden medieval, dirigido por Julio Antón y Sainz Pardo, que entusiasmó a los asistentes: profesores, visitantes, y escoltas incluidos, que fueron al fin ordenados caballeros, en unión del Príncipe y de otros niños.

El curso de Sanabria, en Zamora -se escogió este lugar, después que la Seguridad de Zarzuela rechazase otros sitios de la geografía española que yo había seleccionado en la sierra de Neila- resultó muy curioso. Los niños debían demostrar su habilidad para la supervivencia, y en especial el Príncipe, que era el protagonista. La mayor parte de las veces hacíamos la comida con procedimientos llamados de «fortuna», encendiendo fuego sin cerillas ni mechero, estirando el ingenio, buscando indicios para encontrar los alimentos y el abrigo.

Se realizaron otros cursos con dedicación más específica a los deportes nauticos, y atletismo, a los que se invitó a Mariano Haro, a Sánchez Paraíso, a Lombao y otros campeones... Y en los que el equipo humano de expertos en juventud y aire libre como Pascual de Riquelme, Sainz Pardo, Cuadrillero, Orden Vígara, González Pando, Fernández Maqueira, Martín Barroso y otros muchos educadores que estuvieron presentes, siempre coordinados por la original personalidad de Julio Antón, preceptor del Príncipe, quien durante varios años se dedicó a su formación, organizándole ingeniosas actividades y acudiendo casi diariamente al Palacio de la Zarzuela.

Estoy convencido de que alguna parte de la impronta personal del Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón y Grecia, puede ser el resultado de aquellos cursos entre niños de tan diversa condición, en la naturaleza, en la montaña con la sorpresa de la escalada, o esas visitas al «Rastro» madrileño las mañanas de domingo, y por supuesto en esas caminatas por el campo de la Zarzuela, en las que había que enseñar a Don Felipe, a prender un fuego en una tarde de lluvia y poder convertir en comida caliente, los alimentos que se habían sacado de la cocina del Palacio.

Todo ello muchas veces entre alegres canciones de esperanza, en la que la senda siempre pasaba por la polar, con el gusto por la dificultad que la montaña imprime...” me gusta la aventura del camino sin andar”... Aunque en el camino... el polvo y la pendiente de la Vera de Cáceres nos impidiese respirar... El árbol... el respeto al paisaje... conocer al escorpión...” me gusta la aventura del camino sin andar”...

Felicidades Don Felipe, por las vivencias de aquellos años, en nombre de aquél equipo de educadores y profesores, que se entregaron contentos a la misión encomendada..

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Y al mismo tiempo que analizaba el comportamiento de los menores difíciles y compartía experiencias en Móstoles con la banda juvenil del Tetillas (*), Julio de Antón, enseñaba a SAR el Príncipe de Asturias, en Zarzuela , de lunes a viernes , y muchos fines de semana , en calidad de profesor de refuerzo y Preceptor extraescolar , por encargo y elección de SS.MM . los Reyes de España , desde 1976 a 1984 , procurando, con la ayuda inestimable de la inteligencia y capacidades de Don Felipe ,el logro del conocimiento de la usía de algunos contenidos sociales y científicos ,a la par que asistía y favorecía a construir y hacer cosas, transformándolas para forjarlas bajo la consideración de útiles y bellas , y a mejorar la hechura de la personalidad de SAR , incidiendo singularmente a través de actuaciones pedagógicas y extraescolares, afín de provocar el alumbramiento de valores citados más arriba , entre otros, aquellos de la bonhomía ,humanidad, solidaridad ,sensibilidad hacia el otro, tolerancia y singularmente, que sintiera gozo de convivir entre iguales y diferentes.

En este orden, la web de Julio de Antón integra biografía ,distribuida en varios bloques , uno de ellos hace referencia a la experiencia juvenil ,otro, a la docencia , y más allá, aquellos apartados que conciernen a la formación de un Príncipe, y que incluye sus faenas ,por extrañas y contradictorias que fueren. Luego , hay otras secciones que abarcan publicaciones, investigaciones ,conferencias , artículos, congresos, seminarios ,blogs , etc , todas ellas intituladas y conocidas en el mercado por la reiteración que hacen los editores de páginas en Internet.

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La formación que recibió , extensión generalizada a su generación , fue excluyentemente republicana. De aquello no se podía hablar , escribir, comentar ,leer, y en consecuencia, debía de cuidarse en trabar con emisoras clandestinas de radio que decían de cosas y personas muy interesantes .El azul lo llenaba todo o casi todo lo teñía. Julio sentía lo azul por sentimientos ,canciones,poesía y luceros de la noche .Había entonces buenos y desprendidos educadores de juventud ,pero de un solo color. No se sabía de otros y más entre aquellos serranos de la Demanda , entre pinos y roquedales, y con pobreza ,incapaces ellos de alquilar los servicios de formadores más avezados y con otros aires .

Pasados los años mozos y fronteras de Burgos , gracias a los nuevos vientos de la Universidad ,amén del espíritu del sesenta y ocho , aquellos tópicos republicanos fueron desapareciendo ,escuchando al tiempo nuevas y preciosas canciones ,con otros colores que sonaban a pasiones renovadas ,rosas y claveles , aprendiendo a vivir y convivir , en comunión de valores que traía una democracia joven sin adjetivos republicanos.

"Julio de Antón, enseñaba a SAR el Príncipe de Asturias, en Zarzuela , de lunes a viernes , y muchos fines de semana , en calidad de profesor de refuerzo y Preceptor extraescolar , por encargo y elección de SS.MM . los Reyes de España , desde 1976 a 1984"

Julio de Antón es ,tal vez, uno de los personajes con más bagaje y experiencias educativas, mostradas y demostradas por el discurso de una vida profesional azarosa y con demasiados cambios. Empezó de maestro nacional, con oposiciones ganadas a los veinte años, destinado en Cortes de la Frontera, luego, la escuela nacional Sánchez Navarro , en Ceuta , pasando por el Taller Escuela Sindical Virgen de Africa, Instituto de Enseñanza Media y Colegio Don José ,de carácter privado, de aquella localidad , y aposentar , más tarde, su docencia en el Instituto de Enseñanza Media de Salamanca, y luego , ya adulto , en Madrid, claustral en la Escuela Superior de Policía como profesor titular de Psicología Criminal y pasar tras elección de la Superioridad , a principios de los setenta del pasado siglo a dirigir el Colegio de Huérfanos de la Dirección General de Seguridad , y por último ,colaborar en la práctica docente en los cursos de doctorado, años 2005 a 2008 que cumplimenta con eficiencia la Cátedra de Pedagogía Social de la Universidad Complutense.

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Julio de Antón, nació en una perla del mediterráneo, Ceuta, ciudad española por antonomasia ,con ciudadanos sobrados de cariño y hospitalidad. Maduró su adolescencia en tierras de pinares y oxígenos, sito en Quintanar de la Sierra ,Burgos, donde su familia paterna arraiga y entierra a los suyos, cepa y linaje de canteros y gente de vara y pez , muy extensa por cierto, tras siglos de permanencia a la falda del Urbión y Sierra de la Demanda , y luego ,Madrid ,donde forjaría su juventud mediante el ejercicio duro de acampadas, , exagerada disciplina, estudio y algo de miseria, que según el mentado hay que asumirla para entender lo que sea el sentido de la solidaridad y necesidad del otro.

Todo empezó para Julio en la escuela del Chato Minini ,en Ceuta , maestro singular guarnecido de cinturón doblado que ceñía y agitaba , sin azotar , de vez en vez ,en los espacios del aula y más cuando los alumnos de las bancas postreras contaban y fantaseaban al susurro escenas de películas que habían visto en la sabana blanca. La escuela del Chato Minini era por entonces la desescuela. Allí se repetía mediante el coral de voces blancas las cuentas de multiplicar, afluentes del Duero y Tajo por la izquierda, la lista consabida de los reyes godos ,sin mostrar o enseñar algo útil y hermoso, y menos, a conocer el porqué de los entes y cuerpos ,tampoco ,a construir y transformar , y escasamente , a ser persona y convivir .Sólo hubo ramalazos de humanidad y bonhomía por parte del celebrado Chato ,constituyendo esos valores los atractores que sellarían una de las identidades de la personalidad de Julio, buscando de continuo, en el desierto de líderes del conocimiento y de la dirección de recursos, a personas o personalidades eminentes, con prestigio y acreditados , con quienes compartir ilusiones, acompañar , o a quienes servir para que no se le muriesen , pasión indagatoria que marcaría un deseo morboso ,desde la más tierna infancia, de involucrar y atar su vida a misiones , ideas y personas que trascendieran, y así dotar de sentido a su vida.

"Margarita Riviere, en su libro “La generación del cambio”,Planeta, 1984, escribe textualmente ”tiene cuarenta años y las ideas muy claras sobre como actuar con los delincuentes juveniles :hacerles recuperar el habla y llevarlos a sentir amor-cariño-afecto. Es un hombre alto, grande. De buenas a primeras dice que hay que intentar comprender la conducta de estos chicos."

Luego en el camino de hacerse, mientras era niño, Julio de Antón, disfrutó y padeció la experiencia vivida en la cabila de Tlata de Anyera, Tetuán , Marruecos, donde residió con sus padres en una chabola con ratas de campo y compañía, y sin pozo negro ,con amigos moritos que hablaban el cherja y acabar en la mocedad en un centro académico periclitado ,aburrido e intolerante , en Madrid , donde reinaba como antiescuela , ajena a los planteamientos educativos imperantes en la Europa de los sesenta.